RETAZOS



Seguir juntando retazos de amor, como quien junta hojas de un otoño
para pegarlas en la hojita perfumada de humedad que nos da la vida.
Y cantar la canción que nunca podremos escribir... estando solos.
 En la pelusa de la nostalgia de un buzo de la infancia y un cuaderno de escuela.
Donde se escribe por primera vez un nombre, una caricia suelta 
como botella al mar, un cielo tan cercano.

Seguir juntando sombras, paso de otros pasos para hacer la huella
y colorear la pálida luz de sol de esa moneda.
Para cantar entonces, el corazón a veces como si fuera un grito de libertad
despojado de dudas, de miedos y blasfemias.
Entonar la sangre, su marcha enrevesada y abrirnos la garganta
al pecho y escucharnos el amor, que vibra, como un temblor que avisa
que hay algo que no cuidamos en nuestra tierra.

En la sinfonía dulce de los gemidos, ¿será que ya ni oscuras nos vemos el amor?
O es tan solo mitológico arrancarse el corazón del pecho?
¿Que habrá mordido Eva cuando comió esa manzana?
Que hoy tarareamos la vida con vergüenza y ya ni nos tocamos
las manos para reconocernos cerca.
Cuando fue la última vez que escuche tu voz, suplicando auxilio,
socorriendo amor?
Esa canción finita, que algunos otarios le suelen llamar años.
Pero en mi amor son solo, días, horas, minutos foráneos.

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