LA MUJER SIN ROSTRO






Ella no tiene rostro y el cuerpo 
Uindā Seibra.
Cómo elucubración de un miedo, ceguera.
No puede ver su rostro, ni a sus astros brillantes que titilan sin párpados.
Cómo será su boca, es todo un acertijo, 
y un laberinto eterno la curva de sus pómulos.
que aretes llevaría?
Cómo arregló su pelo? 
Tendrá ondas o es lacio?
El lo desconocía.


Pero el la seguía, como siguen 
los rayos al mar y su guía.
Nada tiene más fuerza que nuestra incertidumbre.
El seguía su rastro de pañuelos regados como pasos al día,
Tal vez imaginando el leve movimiento de su pelo brillante.


El solo la miraba, como quien mira
atónito, la paz de la montaña.
Ella no parecía devolver sus miradas, el no obtenía más que grillos en el pecho.


Ella nunca le hablo, el tampoco lo hizo, tampoco se besaron, ni cruzaron miradas.
El solo acompañaba su rastro de poesía.
Nunca se demandaron más nada,
que seguirse.
Ella no tenía rostro, y eran dalias sus manos,
Solo tiene La Paz, del sol en la montaña.

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